Los túneles ferroviarios son lugares relativamente seguros. El riesgo al que están sometidos los pasajeros y el personal es menor en los túneles que en el resto de la red ferroviaria, ya que muchas de las causas de los accidentes, como son los choques en pasos a nivel, colisiones con obstáculos interpuestos en la vía (coches, árboles, etc.), errores en los cambios de agujas o descarrilamientos debidos a fenómenos naturales (por ejemplo, inundaciones o aludes) no se dan en los túneles.
En los túneles, pueden producirse básicamente tres tipos de accidentes: descarrilamientos, choques e incendios.
Por los motivos antes citados, y porque su explotación es más sencilla, los accidentes en los túneles se dan con menor frecuencia por tren y kilómetro que en las vías al aire libre.
Sin embargo, la evacuación y el rescate de las personas que están en el interior de un túnel revisten una mayor dificultad. La diferencia más evidente en comparación con las vías al aire libre es que el túnel es un espacio confinado, en el que un incendio, que en otro entorno sería fácil de controlar, puede tener consecuencias catastróficas.
Como siempre es mejor prevenir que curar, lo más importante en una red de ferrocarril tiene que ser la seguridad del sistema técnico. Los trenes viajan sobre vías y sus frecuencias de paso se controlan mediante el sistema de señalización, que tiene por objetivo evitar las colisiones. Gracias a esto, los trenes modernos tienen menos probabilidades de sufrir un incendio.